No hay razón para buscar el sufrimiento, pero si éste llega y trata de meterse en tu vida, no temas; miralo a la cara y con la frente bien levantada. Nietzsche
Según la IASP (Asociación Internacional Para el estudio del dolor) “el dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada a una lesión presente o potencial o descrita en término de la misma”. ¿Qué significa? El dolor no es solo y únicamente un síntoma físico: la experiencia del dolor es mucho más compleja, en el influyen tanto procesos fisiológicos cuanto factores cognitivos-evaluativos y motivacional-afectivos.
Para comprender este concepto basta pensar en una experiencia de dolor intenso: un futbolista que recibe una falta muy dura por un adversario durante un partido muy importante para su equipo. Normalmente ese futbolista quiere seguir jugando, muchas veces se enfada con el entrenador que prudentemente lo quita. ¿Cómo puede explicarse? No es que el futbolista no se ha hecho daño, sino que su cerebro esta tan concentrado en el partido, su motivación para jugar es tan intensa que queda un espacio muy reducido para el procesamiento de la experiencia del dolor: el futbolista recibe el input doloroso pero no le hace caso, demostrando que su motivación e interés por el partido pueden disminuir su percepción del dolor.
Con este ejemplo se pretende explicar que la percepción del dolor no depende únicamente de la gravedad de la lesión sino también del contexto evaluativo y del estado de ánimo en que se procesa la experiencia dolorosa. Por este motivo hoy en día se recomienda un abordaje al dolor multidisciplinar: médico y psicológico.
En Psicólogos Madrid, hemos tratado lo que muchas personas han sufrido a lo largo de la vida episodios de dolor agudo: lo habitual es que, una vez detectado el problema a la origen y después de haberlo tratado, el episodio doloroso remita por completo. En este caso el dolor tiene una clara función evolutiva: sin sus avisos nuestra vida correría mucho peligro. Es un aliado que nos dice cuando algo no funciona para que le pongamos remedio.
Sin embargo no podemos decir lo mismo del dolor crónico: es un dolor que por definición no remite, sigue enviando al cerebro inputs dolorosos como un disco rayado que se ha atascado en la misma nota perdiendo su función evolutiva: no sirve, no comunica una alarma sino una constante odiosa. Esta persistencia y esta falta de sentido es la que muchas veces lleva a la desesperación.
El principal efecto del dolor crónico en la vida de la persona es una significativa disminución de la actividad que en determinados casos llega a rozar la inactividad completa: las actividades laborales, sociales, familiares disminuyen drásticamente. Esta dramática disminución de la actividad diaria de la persona lleva al aislamiento de la misma. Poco a poco los amigos dejan de llamar, en la misma familia la presencia del dolor llega a convertirse en una costumbre aburrida por lo tanto ya ninguno hace caso a este silencioso y constante sufrimiento interno de la persona.
La persona con dolor se siente cada vez más sola e incomprendida. El aislamiento y la falta de estímulos externos llevan el paciente a focalizar su atención en sus síntomas físicos. Cualquier alternación física por pequeña que sea viene percibida con una intensidad importante. El foco de atención sobre el cuerpo y los síntomas dolorosos funciona como un eco que devuelve la señal de forma hiperbólica.
El dolor empieza a ser el único objeto de pensamiento del paciente. La persona empieza a dar vuelta al significado de su sintomatología, a deducir causas y prever efectos: empieza así su narración del dolor, que muchas veces se caracteriza por ser catastrófica. Son muy frecuentes pensamientos de esta tipología "Así no puedo vivir", "Tendré algo terrible", "Me quedaré solo", "La gente no quiere estar con gente que está enferma", "No podré tener hijos", "No podré volver a trabajar"…etc. Estos pensamientos tienen el efecto de llevar a la persona a tener vivencias depresivas que pueden llegar a ser muy graves. "Soy una inútil", "No valgo para nada", "Soy una carga para mi familia". Frecuentes son vivencias de desesperanza, impotencia, frustración, rabia, ansiedad y angustia. Hay pacientes que llegan a pensar que su vida ya no tiene sentido.
La afectación anímica produce una disminución de la tolerancia al dolor que abre la puerta al mismo y lo refuerza. Empieza una cadena de efectos que se retroalimentan en un círculo que acaba siendo cada vez más patológico.
El tratamiento psicológico del dolor crónico se enfoca desde el modelo biopsicosocial: la idea de fondo es que el dolor es el resultado de factores biológicos, ambientales y emocionales. El tratamiento psicológico se desarrolla fundamentalmente en tres aspectos:
Por esto la terapia pretende ayudar a la persona a construir un significado respecto al dolor que sea más adaptativo y menos incapacitante y que permita a la persona y a su sistema familiar crecer. El dolor, como cualquiera otra experiencia critica, puede llegar a ser una experiencia de crecimiento personal y interpersonal según lo enfoquemos.